La Organización Mundial de la Salud acaba de declarar que es muy posible que el CORONAVIRUS SE QUEDE entre nosotros. Esto tiene lógica, si lo piensas, ya que hoy en día existen virus en el mundo que matan a miles de personas todos los años y para los cuales no han encontrado una vacuna; por ejemplo, el VIH.
“(El COVID) puede convertirse en otro virus endémico en nuestras comunidades y ESTOS VIRUS PUEDEN NO IRSE NUNCA”, dijo MIKE RYAN, jefe de Emergencias Sanitarias de la OMS en una teleconferencia esta semana. Mientras el director general de la Organización Mundial de la Salud, TEDROS ADANHOM GHEBREYESUS, fue más allá al decir que este coronavirus podría reducir la esperanza de vida de la humanidad hasta en 5,5 años.
¿Debemos hacernos a la idea de QUE NO VAMOS A SUPERAR AL COVID? Mis entrañas se niegan a considerarlo, pero mi conciencia ya se acomodó en su sillón, adaptándose cada vez con más RESIGNACIÓN a esa posibilidad.
Por ejemplo, yo era uno de los férreos opositores de los servicios de reparto corporativo tipo Uber Eats. Consideraba —y aún considero—, que son ejemplos contemporáneos de cómo el capitalismo precariza la fuerza de trabajo. Ahí van, jóvenes y viejos, empujando sus bicicletas hasta los domicilios, donde muchas veces son maltratados y no reciben propina pues, ya se incluye el costo del envío. Y mientras los negocios tienen que cobrar un porcentaje debajo de sus precios habituales para pagar el valor del servicio y el repartidor recibe menos de lo que cuesta su trabajo, las ganancias se las lleva la empresa.
¿Vamos a superar al COVID? Mis entrañas se niegan a considerarlo.
Sé que aquí cabe la discusión sobre la necesidad económica de las personas e, incluso, la posibilidad de contratar otros servicios locales de reparto que mantienen esquemas cooperativos de trabajo, de modo que puedo escoger entre unos sobre otros para tener limpia mi conciencia. Pero dejando de lado ese tema (creo que valdría para un nuevo texto), lo que es un hecho es que la pandemia del coronavirus que nos obliga a quedarnos en casa nos FUERZA TAMBIÉN A VARIAR NUESTRAS OPCIONES para surtirnos de productos domésticos, abarrotes y, a veces, algún antojo, claro que sí. Y, ya que no podemos ir al súper o al mercado como lo habíamos acostumbrado, y dado que no sabemos cuando llegará el día en el que podamos hacerlo de nuevo sin riesgos, ya tengo descargadas mis aplicaciones y en mi whatsapp he agregado a tres o cuatro contactos de reparto o de comida a domicilio. Y sí, ninguno es Uber Eats.
Sirva esto como ejemplo de cómo yo, poco a poco, VOY ADAPTÁNDOME A MI “NUEVA NORMALIDAD”. Creo que en todo lo que resta del 2020 no regresaré al supermercado. En estos meses me he resuelto yendo a la tienda que está en la esquina de mi calle, muy temprano para no encontrar gente, y pido a domicilio. Afortunadamente, la señora del pollo y la de las verduras, a quienes siempre he comprado en el mercado de mi barrio, se las ingeniaron para llevar sus productos hasta nuestros hogares.
Una “NUEVA NORMALIDAD” donde TODO SEGUIRÁ IGUAL.
Me considero afortunado pues desde el 2006 trabajo con y desde internet. Más no soy una isla. Dependo de lo que otros producen y corro el riesgo de quedarme sin sustento, si es que se quiebra la cadena de producción. Somos la gran base trabajadora que tiene que salir todos los días; la que más sufrirá los estragos de esta llamada “nueva normalidad”. En ese sentido, la CONTRADICCIÓN CAPITAL-TRABAJO NO CAMBIARÁ. Algunas empresas se han adaptado al teletrabajo y hasta han incrementado las medidas de explotación. Por ejemplo, el académico de la Universidad Autónoma Metropolitana, MANUEL FUENTES, escribió para el diario La Silla Rota que, en lugares como Francia, la jornada laboral se amplió de ocho a once horas diarias, extendiéndose treinta y cinco horas más durante los fines de semana. Y aunque en ese país europeo los grandes sindicatos están logrando frenar tal abuso, EN MÉXICO NO EXISTEN CONDICIONES para organizar a los trabajadores al modo francés. “Es un mal de los nuevos tiempos el teletrabajo, que convierte a la jornada laboral en interminable (…) Es un nuevo esclavismo que va acabando con las personas (…) Desgraciadamente a nuestras autoridades no les importa este problema”, escribió el doctor en derecho.
Mientras tanto, debemos incorporar ya el uso permanente del gel antibacterial, cubrebocas, evitar el saludo de mano o abrazos a gente extraña, desinfectar todo lo que llegue a nuestros hogares, así como lavarse las manos obsesivamente al menos una vez cada hora, todo lo cual se ha convertido en parte indispensable de nuestra cotidianidad y no solamente vicios de los obsesivos compulsivos de la limpieza (quien lo dijera: tuvieron la razón todo este tiempo).
La contradicción capital-trabajo no cambiará.
Y si el coronavirus se queda, pues, muchas cosas tendrán que cambiar, porque hay otras REALIDADES NO SE PUEDEN IGNORAR. Por ejemplo, nos hemos dado cuenta de que, al menos, LA MITAD DE LOS EMPLEOS SE PUEDEN HACER DESDE CASA. Y que hay muchos TRABAJOS EN LOS QUE SE DEBE GANAR MUCHO MÁS, como los relacionados a la limpieza, servicios sanitarios, alimentación, reparto y, POR SUPUESTO, médicos, médicas, enfermeros, enfermeras, camilleros, choferes de ambulancias, paramédicos, y cualquier cantidad de personas que trabajan en los hospitales, así como quienes se dedican a la investigación médica, biológica y largo etcétera.
Esto por el lado de las personas y lo que podemos hacer en nuestra vida cotidiana. Por otro lado, está lo que ha declarado el escritor de origen libanés YUVAL HARARI, sobre la RESPONSABILIDAD DE LOS GOBIERNOS ante la inminente permanencia del coronavirus: el virus es global, por lo tanto, se debe pensar en un MUNDO SIN FRONTERAS, no solo para enfrentar al COVID sino para lo que, el autor llama,“red de seguridad económica mundial”.

En una entrevista con el diario español El País, el escritor de “Sapiens” delineó lo que, para él, debería ser el PLAN DE ACCIÓN COMÚN de las naciones en esta emergencia:
“Uno, COMPARTIR INFORMACIÓN FIABLE: los países que están pasando por la epidemia deberían enseñar a los que todavía no la están atravesando. Dos, coordinar la PRODUCCIÓN MUNDIAL Y LA DISTRIBUCIÓN EQUITATIVA de equipo médico esencial, como material de protección y máquinas respiratorias. Tres, los países menos afectados DEBERÍAN ENVIAR MÉDICOS, ENFERMERAS Y EXPERTOS a los países más afectados, tanto para ayudarles como para adquirir experiencia. Cuatro, crear una red de seguridad económica mundial para SALVAR A PAÍSES Y SECTORES MÁS AFECTADOS. Cinco, formular un acuerdo mundial sobre la PRESELECCIÓN DE VIAJEROS, que permita que un pequeño número de personas esenciales sigan cruzando las fronteras”.
Estas son buenas ideas, más parece que “no hay un adulto en la sala”, dijo Harari, lo cual concuerda con lo denunciado por el intelectual sirio-francés THIERRY MEYSSÁN: “las respuestas de los gobiernos al Covid-19 han sido políticas, y NO DE NATURALEZA MÉDICA”.
Todo esto, más lo que escribió el mexicano Manuel Fuentes, me hacen pensar en que los Gobiernos nos han hablado de una “nueva normalidad” pero, en esencia, LAS COSAS SEGUIRÁN IGUAL. O sea que, mientras las personas nos ocupamos de bañarnos en gel antibacterial y variamos nuestros hábitos de consumo, seguiremos siendo la carne de cañón del capital. Y lo que vemos en el ajedrez geopolítico es que las naciones tienden a cerrarse más y han ocupado la pandemia para expulsar migrantes y DESMOVILIZAR LA PROTESTA que venía en ascenso en casi todo el globo.
Una nueva normalidad sería un mundo sin explotadores ni explotados
Hasta el momento, ¿qué Estado de los llamados democráticos ha hablado de GARANTIZAR EL ACCESO A SALUD PÚBLICA gratuita y de calidad, a partir de lo sufrido en esta emergencia? Los hospitales privados cobran fortunas por las pruebas de COVID y los laboratorios están una guerra de patentes por una eventual vacuna, si es que la encuentran. ¿Renunciarán a sus ganancias en pos de la civilización? No lo creo. Veamos a ESTADOS UNIDOS, donde este coronavirus ha desgarrado aún más la diferencia de clases entre ricos y pobres, entre blancos y el resto de afros, latinos y otros inmigrantes. Como en ese país, así ocurrirá en la mayoría de los países dominados por el capitalismo, DONDE LOS QUE MÁS MUEREN SON LOS QUE MENOS TIENEN.
Creo que quedo un poco deprimido al final de este texto. Parece que el mundo se ha vuelto un tanto más insoportable de vivir. Al menos antes nos quedaba el placer de escaparnos hacia donde hubiera un mejor atardecer. Ahora nos tienen encerrados, creyendo que la nueva normalidad es descargar una aplicación de reparto a domicilio, estudiar o trabajar desde casa…
¿Sabes qué sería una VERDADERA NUEVA NORMALIDAD? Un mundo sin explotados ni explotadores. Llámame un soñador pero no soy el único, dijo el primer beatle. De modo que, mientras pueda, seguiré comprándole a la del mercado de mi barrio y no por medio de Uber Eats. Me pondré gel para cuidarte en la calle y me aferraré a escribir en tanto el oficio me permita vivir.
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