En México no domina el Gobierno, no domina el narcotráfico. La corrupción y violencia imperante son producto de algo más sublime, más poderoso y al mismo tiempo tan simple y básico que hay quienes no se atreven a reconocerlo. Es el sistema económico lo que manda, es la componenda de relaciones mercantiles que privilegian el dinero y la propiedad privada, por encima de lo humano.
Es el capitalismo. Lo que ADAM SMITH (Kirkcaldy, 1723) teorizó y clarificó en su obra “La riqueza de las naciones”, deshumanizando el oficio del panadero, del carnicero, del cervecero… “no es su benevolencia lo que procura nuestra comida, sino sus intereses”.
No es el amor a su trabajo, no es la vocación de su oficio. El valor de su labor no es medido por su empeño, sino por el interés que generan: la ganancia que producen.

Ocurre exactamente lo mismo con quienes hacemos periodismo.
Somos trabajadoras y trabajadores dentro de una empresa cuyo modo de producción es la información, la propaganda y a publicidad. Se nos paga un salario a cambio de nuestra fuerza de trabajo; un salario valuado por quien nos contrata, por el dueño de la empresa.
Sin embargo, nuestra fuerza de trabajo vale más que el salario que devengamos.
Nuestra producción deja ganancias a los dueños de las empresas mediáticas, por triple partida: Venta de publicidad, venta del producto, y cobro de intereses por la firma de acuerdos con políticos, gobernantes y empresarios interesados en que la compañía editorial convenga a sus propósitos, los llamados “Convenios de información”. El chayote, pues.
Sin estimar la diferencia de ello, a priori, es pertinente afirmar que el empresario gana, al menos, el triple de lo que vale nuestro trabajo. No es nuestra la ganancia; esa pertenece el dueño, al capitalista. Sólo nos pertenece nuestra fuerza de trabajo.
Estamos alienados, diría MARX (Tréveris, 1818). No es nuestra la producción, no es nuestra la compañía, no es nuestra la ganancia. Y además de todo, se nos hace creer que eso está bien. Que es lo correcto imaginar que nuestro empleo nos paga lo que puede, que bien que mal, aceptamos el trato y nos jodemos. Así funciona esto. No hay otra forma.
Así funciona el capitalismo. No es asunto de la guerra fría ¡Despierta periodista!
Por eso ocurrió lo que ocurrió con el equipo de investigaciones del noticiario de CARMEN ARISTEGUI liderados por el periodista DANIÉL LIZÁRRAGA. Fueron despedidos de la cadena radial MVS por presunto “abuso de confianza” al usar su puesto para involucrarse con el proyecto MexicoLeaks, una plataforma on line de filtración de información reservada para documentar casos de corrupción en el país.
No importa cuánto prestigio tengan; no importa su capital simbólico, ni las audiencias, ni la importancia de su trabajo periodístico (Lizárraga y compañía fueron quienes revelaron la llamada ‘Casa Blanca’ de ANGÉLICA RIVERA), su empleo está medido por el interés que generan. Posiblemente el rating generado es muy alto (Dicen que al rating de Aristegio puede verse desde la luna); pero a la hora de los negocios, un convenio –pensemos, con la Presidencia del país-, vale más que los pesos dejados por un anunciante. El capitalista vela por sus capitales.
Pero el trabajador también debe velar por su trabajo.
Una cosa es cierta, Daniel, Irving, señora Aristegui: El empresario mediático necesita periodistas, pero las y los periodistas no necesitamos del empresario mediático.
El periodismo nos pertenece. Es la moneda de cambio con la cual el empresario hace negocios. Es la factura que cobra el dueño de MVS, de cualquier medio de comunicación.
No sé cuánto dinero hayan ganado con su noticiario, imagino que no es iba mal; pero sí imagino que la familia Vargas, dueña de la cadena, al menos triplicaba su valor en ganancias. Al menos.
A mí me corrieron también una vez.
En el año 2011 escribía una columna para el periódico Milenio en Hidalgo. Primero me advirtieron que le bajara a mis críticas al Gobierno, después me ofrecieron un trato y por último me echaron.
Esta gente es así.
Hace falta organizarnos. Hace falta un gran sindicato de periodistas. Hace falta darse cuenta que la primera agresión a las y los periodistas, no viene del narco ni de los Gobiernos, viene de las mismas empresas que nos contratan.
¿Cuántas o cuentos de ustedes periodistas, fotoperiodistas, personal de diseño, de edición, de programación, de mercadeo, de social management, de producción, de imprenta, de ingeniería… quienes de ustedes tiene un contrato fijo, seguridad social, prestaciones de ley, utilidades, aguinaldos, vacaciones, Infonavit…. A quienes les pagan horas extra, viáticos, permisos de maternidad o paternidad? ¿Cuántas y cuantos de ustedes no sienten acoso laboral? ¿Quiénes de ustedes no sienten que el día de mañana podrían quedarse sin empleo y que va estar muy cabrón conseguir trabajo? ¿Cuántos y cuantas han tenido que dejar el periodismo porque no les pagan lo suficiente? ¿Quiénes de ustedes se sienten realmente valorados en su empresa?
El problema, sí es la corrupción y la violencia y todo esto que ya sabemos. Pero existe un problema superior. Hay un modelo económico para el cual somos desechables. Documentamos el país sin darnos cuenta que estamos entrampados en sus crisis. Somos triplemente explotados. Pero también es cierto que somos cruciales en la solución del conflicto. Si tan sólo nos apropiáramos de lo que nos pertenece…
Cuando las huelgas generales en Grecia, toda la clase trabajadora participa, incluidos los periodistas. Sólo funcionan la radio y la prensa del Partido Comunista de Grecia (KKE), para documentar los paros. Recién ocurrió el noviembre de 2014. Todo el gremio periodístico griego paró 24 horas: “Ni un periodista se libra de la participación, por ningún motivo. Los periodistas que cobran salario, los que trabajaron en medios, ahora cerrados, y los reporteros desempleados deben luchar todos juntos”, declaró el Sindicato de Periodistas de Diarios Atenienses. La protesta fue y ha sido, por la crisis económica nacional.
Bueno, entonces. Yo digo que el asunto es claro:
Si queremos hacer algo por Daniel Lizárraga, Carmen Aristegui y todo ese equipo de trabajo; si queremos hacer algo por los 102 periodistas asesinados a lo largo de los últimos 14 años, no basta marchar, debemos parar las prensas; o podemos mirar desde nuestro pedestal cómo somos carcomidos pedazo a pedazo por un sistema que nos desprecia.
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