Masacre de campesinos, estrategia de gobierno de #Colombia


ALBERTO BUITRE / LOS ÁNGELES PRESS .- Una mano destrozada. El joven campesino Ricardo Amado bajaba el monte, desplazado por el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) que había tomado el municipio de Sinacota, Santander, cuando una granada de fragmentación lanzada por los militares se la quebró. Bajó como pudo la loma, hincado de dolor, chorreando sangre, cartílago y hueso de su brazo derecho. Eso ya no era mano, ni siquiera un amasijo de carne; sino un trozo deshebrado de algo. Uno de los suyos le puso un trapo encima. Por todos lados volaban esquirlas y gases lacrimógenos. Los gritos lo inundaban todo. Era el paro de productores cafeteros del pasado marzo.

En respuesta y desde el 19 de agosto, campesinos e indígenas de once regiones agrarias colombianas iniciaron el Paro Nacional Agrario que dura hasta la fecha. Están sumados los departamentos de Putumayo, Caquetá, Tolima, Cauca, Nariño, Santander, Meta, Valle, Antioquia, Casanare y Arauca, de muchos sectores agrícolas: cafeteros, paperos, lecheros, cacaoteros, arroceros, algodoneros; pero también trabajadores hospitalarios, mineros, estudiantes, sindicatos obreros y fuerzas políticas.

Las demandas son muy concretas:

Nacionalización de los recursos naturales, especialmente los minero-energéticos; Renegociación inmediata de los Tratados de Libre Comercio; Moratoria y renegociación de la deuda pública (interna y externa); Política agraria democrática centrada en apoyo a la economía campesina; Reforma estructural de la Ley 100 de salud; Educación primaria, secundaria, y universitaria gratuita, de calidad y pagada por el Estado.

Pero el Gobierno de Juan Manuel Santos ha respondido con fuego a las manifestaciones.

En la carretera que comunica a Boyacá con la capital Bogotá, más de 350 mil familias dedicadas al cultivo de papa se sumaron al paro. Tomaron la vía y a los pocos días llegó la Esmad a reprimir. No se conformaron con lanzar bombas ni con lanzar disparos al aire. Se adentraron en las comunidades, entre los breñales, a destrozar las casas. Ataviados con cascos y armaduras, rompieron vidrios, quemaron los patios. Y es el día en que no les importa aterrorizar a niños y niñas, golpear ancianos.

A pocos días del inicio del Parro, el Estado colombiano detuvo arbitrariamente al líder agrario, Huber Ballesteros, y lo acusó de «rebelión y terrorismo». El hoy preso político es líder de la Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (FENSUAGRO) y uno de los principales activos del movimiento, por quien hoy se reclama su liberación.

En la región del Catatumbo, en el departamento de Santander, ya mataron a dos campesinos y dejaron varios heridos. Medios alternativos hablan de cuatro asesinados y más de cien mutilados.  El movimiento grabó el momento mismo en que desfallecían, ensangrentados, con las balas quemando sus órganos. Quien mire las escenas no tendrá duda de la actuación fascista del Estado colombiano. Así responde Santos a las exigencias de precios justos y apoyo frente a la entrada de productos abaratados desde Estados Unidos y la Unión Europea. Así responde la Casa de Nariño a los indígenas y campesinos que piden lo que consideran necesario: no dejarlos morir. Y sin embargo, los mata.

Un viejo agrarista denuncia llorando los abusos del Ejército antimotines. Pues cómo no. Si ya de viejos, los campesinos ahora tienen que sobrevivirle a los militares.

“Son unos chupasangres de nosotros los cafeteros. Nosotros hemos hecho crecer la economía colombiana. Ochenta años produciendo riquezas. Yo, 77 años, y todavía pisoteados, abusado. A una niña aporreada por ellos (los militares) y uno de mis compañeros, pisoteado en las costillas. Uno es noble pero es rebelde. Nos están obligando a buscar otras maneras. Nosotros así no podemos vivir del campo”.

Debido a las políticas que privilegian la importación de granos y productos del extranjero, el Gobierno de Colombia ha obligado el desperdicio de una reserva de cinco mil millones de sacos de café en Antioquia: “Y la respuesta del Gobierno es matarnos, acribillarnos”, dice el viejo.

 “Es una lucha desigual. Nosotros estamos cansados en el campo, de trabajar como bueyes y viejos. Y tener que protestar ante un Gobierno oligarca, que aprovecha la debilidad en las capacidades de fuerzas, porque no tenemos armas en la mano. Si tuviéramos armas, estuviéramos combatiendo con ellas. A ver si era verdad. Llegar a sus casas y romperles las ollas de comida, envenenárselas. Es injusto “

En el Paro Nacional Agrario colombiano participan las organizaciones articuladas en la Coordinación de organizaciones y movimientos sociales y políticos de Colombia, conformada por  Marcha Patriótica, Congreso de los pueblos, Mesa Agraria Nacional de Interlocución y Acuerdo (MIA – Nacional), Coordinación Nacional Agraria (CNA), Asociación de Camioneros de Colombia (ACC), Alianza por el Derecho a la Salud (ANSA), Asociación de Trabajadores Hospitalarios (ANTHOC), Coalición de Movimientos Sociales de Colombia (COMOSOC), Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE), Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y la Unión Sindical Obrera (USO).

Y sin embargo, Juan Manuel Santos ha acusado a una sola organización en particular, la Marcha Patriótica, de entorpecer los diálogos para la solución del conflicto. En una alocución el pasado 30, el presidente colombiano dijo que la organización -que como causa se propone la “segunda independencia de Colombia”-, pretende imponer su propia agenda. Al tiempo, los acusó de “vándalos” y les impuso una recompensa de cinco millones de pesos por su captura. Ordenó a sus ministros levantarse de la mesa de negociación instalada en la localidad de Tunja, Boyacá. Por si fuera poco, mandó militarizar Bogotá y sus al rededores con 50 mil soldados. Como si las autopistas no estuvieran ya sometidas al terror de facto del Ejército y la Policía.

En tanto, Marcha Patriótica ha denunciado las estrategias disuasorias del Paro por parte del Estado colombiano; negociando con unos sectores y negándose al diálogo con otros. El movimiento reconoce que esto es una debilidad subyacente por la falta de centralización de la lucha. Sin embargo, ha convocado a Santos: “Si quiere acabar con este paro, dialogue con todo el movimiento campesino. Si quiere auténtica democracia reciba a la oposición política y social. La paz no puede ser una predica vacía, mientras se ordena represión. La paz sólo será posible resolviendo, de raíz, las exigencias que hoy plantea el conjunto del movimiento campesino, social y popular”.

 

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