Ante el fracaso de la política hecha por los partidos políticos, lo que queda en la titánica tarea de construir un país o un Estado relativamente diferente al que ahora se padece, es la política ciudadana ¿Qué significa esto? La elaboración de un pacto social, a través de reformas legislativas y culturales, que permitan la convivencia civilizada entre los habitantes de México caduco. Es decir, toca a la gente de a pie y a las organizaciones de la sociedad civil trabajar en la solución de problemáticas cotidianas que nunca han sido –ni lo serán-, del interés del Gobierno; de tal modo, renunciando al corrupto pago de honorarios al que accede la función pública por hacer poco menos que nada, la ciudadanía habrá de ver por sí misma en el 2011 y dejar de creer que algo le vendrá desde el poder institucionalizado.
A lo anterior, algunos teóricos contemporáneos como el economista argentino Claudio Katz, identifican a esa construcción con el nombre de “postliberalismo”; es decir, un paso adelante del liberalismo, tesis occidental que defiende las libertades civiles en los terrenos políticos, económicos y sociales, siempre y cuando estás se sujeten a las normas impuestas por el Estado (Estado de Derecho motesito en las lenguas de políticos y otros mentirosos).
El postliberalismo es un paso radical hacia adelante del liberalismo y una justa oposición a las contradicciones del neoliberalismo capitalista: es la promoción y defensa de las libertades civiles, construidas por la sociedad civil misma y no por tutela del Estado. De tal modo se entiende que el avance del postliberalismo (que a juicio del columnista es una escala perfeccionada del socialismo), determina la muerte del “Gobierno” como “Poder”, el cual se vuelve simple “Ejecutivo” del “Poder” que ahora corresponde a las y los ciudadanos, quienes deciden como quieren convivir entre ellos mismos, sus instituciones y las autoridades. Así, la democracia como la tiene planteada el sistema político mexicano, deja de ser “representativa” – donde se supone que los diversos conglomerados que componen la nación tienen en las Cámaras y en los gobernantes a los “representantes” de sus intereses que a su vez se supone que son “populares” (pero que en la realidad son solo partidarios)-, para volverse democracia “participativa”, donde surge el empoderamiento de la ciudadanía que promueve y monitorea el proceso político-social de su entidad.
Adolfo Orive, actual coordinador parlamentario del PT en el Distrito Federal, presenta una primera característica de lo que sería la democracia diferenciada entre liberalismo y postliberalismo:
“La democracia liberal está arraigada en una sociedad (gessellschaft) concebida como una sumatoria de individuos (recordar a Durkheim, Weber y a la señora Thatcher) que compiten entre sí –mediante los candidatos elegidos por los partidos- para el logro de sus objetivos políticos.
“Una democracia postliberal estaría también arraigada en comunidades (gemeinschaft) u organizaciones sociales y/o cívicas, definidas por identidades sociales, económicas y/o culturales que colaboran entre sí para lograr sus objetivos políticos”.
Al final, se trata de la construcción de una ciudadanía plena. En el Distrito Federal, el avance de este tratado democrático ha dado pie a importantes reformas en materia de seguridad social, como la reforma al código civil para el reconocimiento del matrimonio de personas del mismo sexo y familias homoparentales; o la ley de participación ciudadana.
El 29 de agosto de 1966 Fidel Castro habló ante los trabajadores de Cuba al respecto, 20 años antes que incluso el neoliberalismo asomara sus fauces: “Ser político es una vocación, e incluso una función transitoria. Mientras menos participaban las masas, más importantes eran los políticos; mientras más participen las masas, menos importantes serán los políticos. Y tendrá que llegar el día incluso que no haya políticos, en que cada ciudadano sea el político, en que cada ciudadano sea el cuadro político. Tiene que llegar el día en que esta odiosa función de cuadro desaparezca. (…) En el socialismo, más bien en el comunismo, se dice que el Estado debe desaparecer. Se entiende el Estado como fuerza coercitiva. Engels decía que el gobierno de las personas sería sustituido por la administración de las cosas. A esa sociedad queremos llegar. A esa sociedad aspiramos a llegar”.
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